domingo, 15 de maio de 2011

Pedofilia y el clero


Pedofilia y el clero
Escrito por Claudio Mastrogiulio   
Sábado 15 de Mayo de 2010 02:18
Entre la cobertura de las instituciones burguesas y la concordancia de la jerarquía del Vaticano.
 
En las últimas semanas explotó el escándalo que tiene como protagonistas a numerosos padres irlandeses y alemanes (aunque el fenómeno parece ser más amplio). El Vaticano intenta enfrentar los acontecimientos con la arrogancia típica de todo poder que ve en discusión su propia autoridad. Por un lado afirma, de la boca del portavoz Lombarda, de tener siempre enfrentada la cuestión de la pedofilia de sus padres con la máxima clareza y transparencia; por otro, a través de la voz de Bagnasco, se lamenta de la acción de desestabilización contra Ratzinger (el Papa Benedicto XVI) y la iglesia por parte de algunos grupos de presión.
 
El co-envolvimiento de Ratzinger
 
Bagnasco y Lombarda mienten. Deberían tener vergüenza, pedir disculpas y resarcir a los millares de víctimas de los padres pedófilos. Pero como buenos hombres de poder, niegan hasta las evidencias de los propios documentos emanados de las instituciones del Vaticano. En particular, se hace aquí una alusión a un proceso judicial de los años noventa que toca a Joseph Ratzinger, en ese entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la Santa Inquisición, que cometió, durante siglos, millares de homicidios contra supuestos brujos y hombres de cultura incómodos a la Iglesia). En aquellos años, en un tribunal de Texas, Ratzinger fue acusado de “conspiración contra la justicia”, por haber encubierto a numerosos sacerdotes católicos acusados de abusos sexuales contra menores.La posición procesal de Ratzinger fue después anulada, cuando él fue electo papa, a pedido del gobierno estadounidense (en esa época el presidente era George W. Bush), pues en calidad de Jefe de Estado el papa se vería beneficiado de toda protección y garantías.
 
La historia tuvo inicio cuando tres jóvenes denunciaron haber sido violados por un seminarista colombiano perteneciente a la Iglesia de San Francisco de Sales. A inicio del 2010, la defensa de los jóvenes presentó una carta “estrictamente confidencial” enviada en mayo del 2001 por Ratzinger a todos los obispos católicos, en la cual se especificaba que la Iglesia no traería al público sus propias investigaciones sobre padres pedófilos por un periodo de 10 años a partir del momento en que las víctimas alcanzasen la edad adulta. Esta carta previa en otras cosas que los resultados de las investigaciones preliminares sobre cada caso de abuso deberían ser enviados a la Congregación para la doctrina de la fe, de la cual Ratzinger era el director. Al mismo Ratzinger sería reservada la posibilidad de argumentar los episodios a los tribunales especiales, compuestos exclusivamente de eclesiásticos. La carta de Ratzinger concluía con una inequívoca afirmación: “situaciones de este tipo son cubiertas por el sagrado pontificio”. La orden partida del actual pontífice y de Bertone (el actual secretario de Estado del Vaticano)contenía un objetivo intrínseco de ganar tiempo para conseguir la prescripción de los crímenes. De hecho, el proceso que tiene indirectamente a Ratzinger como protagonista no se está discutiendo los años que los padres pedófilos deberían pasar en prisión (dispensada largamente contra millones de proletarios), mas el eventual resarcimiento que el Vaticano debe pagar a las víctimas. Esto porque la causa penal está proscrita, gracias a la actitud de Ratzinger.
 
La pedofilia como instrumento de poder
 
La pedofilia no representa un acontecimiento accidental en la historia y en la estructura jerárquica de la Iglesia. Es evidente que este desvío en el comportamiento sexual es una consecuencia del celibato forzado y de la castidad impuesta por las autoridades de la iglesia a sus propios miembros. Hasta el siglo octavo, los padres no eran obligados a observar estos preceptos; posteriormente al papado de Adriano II (872) estos fueron insertados en el ordenamiento canónico por responder a una exigencia política y económica. En relación al aspecto político, la castidad y el celibato representan los elementos más eficaces para que la jerarquía de la Iglesia pudiese consolidar la propia autoridad y construir una relación siervo-señor con los propios subordinados (los padres).
 
El mecanismo es psicológicamente simple de explicar partiendo del supuesto de que cada ser humano es caracterizado por sus pulsiones sexuales que, si se reprimen, dan lugar a episodios de desvíos y perversiones (como los abusos sobre las mujeres y los niños). Una vez verificados tales episodios de violencia, interviene la autoridad eclesiástica que, con su actuar falso y paternalista, tiende a mantener en secreto la brutalidad, con el doble resultado de jugar en el descrédito las víctimas y obtener una ciega obediencia de parte de los padres que, en el caso, verán a la autoridad como aquella que les salvó de la cárcel y del desprecio de la opinión pública.
 
Sobre el aspecto económico, el celibato y la castidad responden a la exigencia de restringir el número de aquellos que podrían gozar de los innumerables privilegios y de la inestimable riqueza de la Iglesia. De hecho, hasta el siglo VIII, a los eclesiásticos les era concedida la oportunidad de casarse y tener hijos. Por tanto, una parte de la riqueza de la Iglesia sería indirectamente utilizada, por transmisión del prelado jefe de familia, a una variedad de sujetos extraños a la Iglesia, de la cual podrían disfrutar por efecto de las disposiciones sucesorias en seguida a la muerte del prelado padre y marido.
 
Al contrario, todavía hoy, es posible observar como el sistema económico de la Iglesia es prospero y como es administrado por pocas personas todas del clero y, por tanto, extremadamente fieles a los preceptos de la Iglesia. El celibato y la castidad forzada se conectan al fenómeno de la pedofilia y representan instrumentos para mantener concentrada en las manos de unos pocos “fidelísimos” la enorme riqueza usurpada, durante siglos, a los explotados de todo el mundo por parte de la Iglesia Católica. Una usurpación hecha con las armas, pero también con medios más hipócritas, de los cuales los poderosos se dotan para conseguir sus propios objetivos, tales como el engaño y la ignorancia.
 
¡El anticlericarismo no basta, es necesaria una oposición de clase!
 
La solución para este inaceptable estado de cosas no puede llegar a un estéril anti-clericalismo pequeño burgués. Es necesaria una oposición que acabe con el control social que el Vaticano continúa ejerciendo sobre las grandes masas de todo el mundo. Un control social que se traduce en la educación, en los numerosos decretos del Vaticano contra los derechos de la mujer y contra las minorías sexuales, contra el libre pensamiento y la ciencia; pero que encuentra su propio fundamento en el poder económico y político que caracteriza a la Iglesia Católica. Basta pensar en el tratamiento favorable del cual goza el Vaticano en términos de concesiones por parte del Estado italiano.
 
Es necesario, por tanto, considerar la oposición a la Iglesia como una etapa de la lucha contra el sistema social capitalista, del cual el Vaticano es uno de los más valerosos e interesados defensores.  Tenemos la absoluta certeza de que sin la injusticia social que caracteriza al sistema capitalista, la Iglesia (así como la religión) no tendría más razón de existir y perdería, entonces, a los ojos de las masas, la sacralización y el poder que, más o menos conscientemente, ellas le atribuyen.
 
Traducción: Roque Gonzalez, MAS Costa Rica
 
Fuente: Informativo PDAC, de 10/04/2010

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